A estas horas de la noche, o de la mañana, nada bueno puede salir de las manos de una persona mediocre; mediocre, pero eh, sin insultar. La mediocridad está en nuestra vida diaria, la vemos, la intuímos, y sólo unos pocos privilegiados la asumimos y la defendemos. Porque no se puede ser extraordinario por elección ni tampoco mediocre por vocación, no nos queda más remedio que mirarnos al espejo y admitir, sí, soy del montón, ¿y qué?