Pues no, no lo es. Cuando nos fuimos mi pareja y yo de España en el año 2011 porque nos habíamos quedado ambos en paro, decidimos marchar al extranjero porque confiábamos que a la vuelta eso vestiría mucho el currículum. Nos fuimos cuando las cosas se estaban empezando a poner muy feas, pero en realidad no nos imaginábamos, ni de lejos, lo feísimas que se iban a poner poco más tarde. Nos vimos en la situación de elegir entre mudarnos a cualquier otra ciudad de España donde nos saliera trabajo o al extranjero, que parecía más pintoresco y glamuroso. Así que a París que nos fuimos, a hacer las Américas.
Lo duro que es establecerse y aprender a manejarse en un lugar extraño, lo dejo para otro día, que me da la risa. El caos en la administración pública no es monopolio de España, por suerte o por desgracia.
Pero pasado el tiempo y viendo el éxodo de compatriotas o co-nacionales, que ser patriota es algo que no está muy de moda, ni se pretende que lo esté, parece que a la vuelta, si algún día conseguimos volver, va a ser moneda corriente y dato anecdótico en el currículum el haber vivido en el extranjero. Además, una vez que se salvan todas las dificultades a la llegada, que digo todas, las justas para sobrevivir, y uno se acostumbra a que haya un solo bar en tu ciudad y que todas las tiendas, sí, las cuatro, se concentren en un solo edificio de una única planta, el resto se parece mucho a vivir en cualquier barrio, pueblo o ciudad de cualquier otro país. A todo se acostumbra uno y los defectos y virtudes humanos aparecen en cualquier lugar, por recóndito que sea. Ya ni siquiera se puede fardar al volver a casa de vacaciones enseñando las monedas del país de acogida o los objetos curiosos que allí se comercializan, porque Zara y Mango ya te los encuentras hasta en la Antártida.